No es que no sepa, es que no me lo enseñaron así

By Bernardo Ayala on Sep 8, 2019

Uno de mis miedos más grandes es que un niño pequeño se acerque a mí en busca de mi sabiduría de adulto y ver su cara de desilusión al darse cuenta que no sé cómo ayudarlo a hacer una división de dos cifras.

Generalmente no tengo problemas en decir “no sé” si sus preguntas son sobre cosas muy complicadas como “¿Quién fue primero, Dios o los dinosaurios?” (Pregunta real que me hizo un alumno de 8 años de edad y que me generó una crisis existencial por un par de días).

El problema es cuando me preguntan cosas que en mi posición de adulto educado debería saber y que sin embargo no sé. Me causa mucha vergüenza admitir mi ignorancia en esos casos.

Donde me he encontrado con más frecuencia este problema es con las tareas de matemáticas, que paradójicamente mientras más básicas son, más difícil me es dar una respuesta acertada.

Con las matemáticas pasa algo muy curioso y es que a pesar de ser hermosas, hay muchas cosas que me enseñaron de niño que no volví a usar jamás (a pesar de que mis maestras me juraron que no podría vivir un sólo día sin ellas).

Una forma efectiva que descubrí para evitar la decepción del pequeño niño es fingir que sé la respuesta, pero que por alguna extraña razón no se la voy a decir.

Cuento para ello con un repertorio de frases hechas que me han permitido mantener mi fachada:

  • Tienes que hacer tú mismo la tarea, sino ¿cómo vas a aprender?
  • Eso no lo enseñaban cuando yo estudiaba.
  • Eso no me lo enseñaron así, yo lo hago de otra forma.
  • A ver cómo te enseñaron a hacerlo para no confundirte.
  • Eso es fácil, dame chance de terminar una cosa que estoy haciendo y te ayudo (Google: Cómo dividir).