Escriba su garabato aquí y confiaremos en usted
Desde una simple cédula hasta un contrato multimillonario hay una cosa que nos vincula con el mundo de los papeles y no es más que un garabato horrible e ilegible al que llamamos firma.
Contratos, cheques (¿de pana se siguen usando?), cuadernos de votación, todos tienen variantes mal escritas de un nombre cuya gracia es ser lo menos entendible posible, para lo cual no sólo se agregaran letras torcidas, sino también líneas que carecen de significado.
La idea detrás de la complejidad de la firma es que nadie pueda replicarla, el problema es que ni siquiera los autores podemos, por lo que nos pasamos la vida falsificando nuestra propia firma y rogando porque nadie se dé cuenta.
Las firmas se rigen bajo el mismo principio que los récipes médicos, así como no entendemos si el doctor escribió “Acetaminofén” o “Veneno para ratas” pero aceptamos sus indicaciones, consentimos que alguien llamado Pablo Pérez firme: ஞЂಯஹ. No sabemos qué dice ahí pero confiaremos en usted, tome las llaves del carro.
La variante más absurda de la firma es el autógrafo, el cual puede ser muy valioso dependiendo de la fama del autor, es escrito a una velocidad a la cual ninguna mano puede escribir y puede estar plasmado en superficies tan variadas como servilletas, afiches, franelas, discos, balones, guantes y tetas.